lunes, 14 de mayo de 2018

El silencio de los corderos



Hasta aquí ha llegado todo.
Hasta el silencio. Hasta estar en la habitación reencontrándome con viejos amigos.
Seis cuerdas,  canciones melalcoholicas... Y los ojos humedecidos.
No hay ganas de continuar fingiendo.

No sé porqué pero estoy destrozada 
pero podría quedarme tumbada en el suelo... horas... podría mecerme y buscar consuelo y sólo encontraría vacío. Fragmentos. Nada. Nada de nada.

Me hierve la sangre si pienso que esto es el jamás.
Tengo mi corazón expuesto, dispuesto a hacerse la disección final.
Y sin reparos, 
grito... lloro... escupo cada estúpido pensamiento de esperanza de mi cabeza.
Porque... ¿Para qué?

No hay peor herida que la de haber herido. No hay peor herida que la de haber querido.
No hay peor herida que querer arrancar los segundos de tu cabeza. La de sentirse engañado. La de haber engañado.

¿Qué tipo de broma es esta?

Sea como sea... produzco odio y asco.
¡Dios! ¿En serio? ¿Cómo se puede llegar a esto?
Todo era etéreo. Sólo era una mano en este juego.
¿Por qué ahora esto?
Me expuse, diseccioné mi alma.
Y ahora... ¿qué? ¿Asco?
...
...
...
Silencio
...
...
Maldito silencio cobarde
...
Silencio
...
123
123
123
123
...
...
...
No hay vals. No hay máscaras. No hay engaños.
Malentendidos... Seguro
Pero... fíjate, está grillada. Pillada. Destripando el fondo de tu alma.

Anulados.
y... ¿qué más? ¿Qué más puedo hacer?

Hay una invitación en la mesa. 
Por favor... que no sea cierto el jamás.
Que no haya un jamás.


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